Después de Marruecos, una mezcla de Asia y África, íbamos a recorrer otra parte del continente africano. Antes de arrancar el recorrido teníamos una parada técnica en Barcelona porque Vicky tenía un curso. Nos dedicamos más a vivir la ciudad que a recorrerla ya que ambos ya la conocíamos.

Vicky aprovecho el fin de semana para visitar a su hermano que estaba trabajando en Ibiza y de paso conocer las increíbles playas de Ibiza y Formentera.

Llegamos a la tarde a Ciudad del Cabo y salimos a dar una vuelta. Esta ciudad nos sorprendió ya que no se parecía en nada al África que nos esperábamos. Es una ciudad moderna, casi europea podría decirse. Aunque al alejarse un poco se encuentra más pobreza y es común que la gente lo siga a uno varias cuadras pidiendo una moneda incluso en pleno centro.

Como éramos varios, nos deleitamos con un asado de carne sudafricana. El segundo asado en cinco meses (pero quien lleva la cuenta?)

Cuando hablamos de Sudáfrica, no podemos dejar de mencionar a Nelson Mandela. “Solo soy un hombre ordinario al que las circunstancias extraordinarias convirtieron en líder”. Mandela lucho para eliminar el apartheid, un régimen de opresión racial que consideraba a la gente de raza negra como seres inferiores. Al llegar a la presidencia, a pesar de todo lo que había sufrido y los 27 años que vivió tras las rejas, no busco revancha sino que siempre busco la reconciliación social del país. Es conocida su utilización del Mundial de Rugby de 1995 con dicho objetivo.

De los 27 años que estuvo preso, 18 fueron en el presidio de Robben Island. Hacia esta isla nos dirigimos en ferry para conocer más sobre Mandela y el resto de los presos que estuvieron allí encerrados.

Nuestro guía era un ex preso político que paso 7 años en esta cárcel inexpugnable durante los años del apartheid condenado por sabotaje. Mientras hacíamos el recorrido y nos explicaba las distintas partes del presidio, nos contaba su propia vivencia en dicho lugar. Todavía se acordaba como si fuera ayer el momento en que llego a la isla, como los guardias lo llevaban y el ruido de la puerta principal al cerrarse tras de él, despidiendo la libertad de la cual hasta hace tan poco gozara.
Nos conto como eran los días allí dentro, las relaciones entre ellos, como se sentían controlados al hablar incluso cuando estaban solos y la censura de su correspondencia. Aunque no conoció a Mandela en esta isla porque éste ya había sido trasladado a otra cárcel cuando él llego, nos dijo que tuvo la suerte de conocerlo años más tarde cuando ambos eran ya hombres libres. Nos mostro el famoso calabozo donde Mandela paso sus primeros años preso y nos relato como aquí el susodicho había escrito a escondidas “Un largo camino hacia la libertad”, que un preso liberado saco de contrabando cuando dejo la isla.

Al salir del precinto recorrimos el resto de la isla, donde vivían de forma permanente aproximadamente unas 800 personas. Recorrimos la pequeña ciudad y alrededores. Resulta que esta isla se hizo famosa en el mundo por haber sido la cárcel de Mandela, pero cientos de años antes había sido un epicentro del mercado de esclavos y también una colonia donde mandaban a los leprosos para alejarlos de la población sana. Desde esta misma isla se podía ver Ciudad del Cabo desde lejos y se distinguía claramente la Table Mountain que proporcionaba un impresionante marco a la ciudad.

Hacia allí nos dirigiríamos al volver de esta isla, previo paso por el Victoria & Alfred Waterfront. Esta zona ubicada en el puerto más viejo de Sudáfrica se ha desarrollado mucho turísticamente. Allí se pueden encontrar miles de tiendas, restaurantes donde comer algo con una vista increíble, festivales y hasta acuarios pero a la misma vez sigue siendo un puerto activo, por lo que también podemos apreciar los barcos pesqueros trayendo el pescado fresco e incluso barcos con containers.

El camino hacia la cúspide de la Table Mountain era un trekking de varios kilómetros y metros de altura, pero las vistas de la ciudad que nos prometían dichas alturas nos motivaron a seguir. A medida que avanzábamos, íbamos viendo distintos paisajes. Para los que no son muy fanáticos del ejercicio físico, existe la opción de subir en teleférico para tener el placer de apreciar la ciudad desde las alturas.

El tema se empezó a complicar cuando empezamos a ganar metros de altura. La niebla y las nubes empezaron a dificultar la visión y una pequeña garua nos empezó a acompañar.

Cerca del final nos encontramos con que para seguir escalando debíamos valernos de unas cadenas incrustadas en la pared. Las mismas serian muy útiles ya que era una parte muy empinada. Finalmente llegamos a la cima, unos 1086 metros sobre el nivel del mar. La satisfacción del desafío superado no se vio empañado por el hecho de que no se veía a más de dos metros de distancia. La tormenta bloqueaba la vista de la ciudad y de cualquier otra cosa. Cansados y con frio por el viento y la lluvia, emprendimos la vuelta al hostel.

Seguimos nuestra recorrida por Sudáfrica visitando el Cabo de Buena Esperanza, erróneamente considerado el punto más al sur de África y el punto donde se dividen el océano Atlántico y el Índico. En realidad el punto donde se da esta situación es el Cabo de las Agujas, a unos 150 kilómetros del Cabo de Buena Esperanza. Pero esto no le quita el brillo a este magnífico lugar. Este Cabo, que hoy forma parte del Table Mountain National Park, siempre tuvo una importancia capital en la navegación. Por otro lado, la flora y fauna son algo que vale la pena ver. Miles de especies de pájaros, antílopes, avestruces, pingüinos, tortugas, lagartijas y varios animales más circulan por allí tranquilamente. La vida marítima también es muy rica y diversa, favorecida por la posición estratégica del Cabo entre dos corrientes marinas distintas, una más fría y la otra más cálida. Nosotros incluso tuvimos la suerte de ver dos ballenas que estaban dando vueltas por ahí mientras disfrutábamos las increíbles vistas del Cabo.

En el camino de vuelta a Ciudad del Cabo paramos a almorzar algo en Simon`s Town, una pequeña ciudad. Cerca de aquí había una reserva de pingüinos, por lo que decidimos caminar hasta allí y visitarlos. Llegamos después del horario de cierre de la reserva, pero seguimos caminando un poco más y pudimos verlos desde el borde como si estuviéramos al lado.

Decidimos conocer la noche de Ciudad del Cabo y después de una buena previa enfilamos para la Long Street, una callecita donde está la movida nocturna con varios restaurantes, pubs y boliches.

Al otro día nos tomamos un avión a Johannesburgo, solo una escala desde donde nos tomaríamos un bondi hacia Zimbabwe.